Una fruta, un árbol.
Desde hace muchos años, mi abuelita siembra cientos de semillas de frutas y verduras que cuida y después de unos meses dona a quienes quieran y puedan cuidarlos. Cada vez que vamos a visitarla nos muestra todas las plantas y nos platica el proceso de cada una, en verdad le da mucha ilusión ver cómo crecen y no deja de maravillarse del potencial que tiene una semillita, para convertirse en un árbol enorme en unos cuantos años. Ella fui mi inspiración y un gran apoyo en este proyecto.
El proyecto se llevó a cabo en Querétaro y en la Ciudad de México.
Durante varias semanas, mi abuela y yo separamos cientos de semillas de todas las frutas que consumimos y las plantamos en pequeños moldes hasta que germinaron.
Después, trasplantamos cada planta en macetas para que pudieran crecer mejor.
Cuando las plantas crecieron, las entregué a personas comprometidas en cuidarlas con una lista de los cuidados que necesita, esperando que en el futuro, cada árbol produzca alimento y oxígeno.
El Proyecto tiene varios puntos importantes.
El primero es convivir y aprender de nuestros abuelos y las personas de la tercera edad, que tienen gran sabiduría y mucho que ofrecer a la sociedad.
Otro punto importante es generar una fuente de alimento para personas necesitadas, sembrando árboles frutales en espacios públicos, que serán a a su vez una fuente de oxígeno para el planeta y hogar de diferentes especies, con el simple hecho de sembrar las semillas de las frutas que consumo día a día.
Aprendí mucho del medio ambiente y de la importancia de los árboles.
Aprendí cuanto sabe la gente mayor y como disfrutan compartir su experiencia y enseñarnos a ver las cosas desde otro punto de vista,
También aprendí a sembrar y las diferentes formas que germinan las semillas y algunas técnicas para ayudar en el proceso, como la Escarificación y Estratificación.
Pero sobre todo, aprendí a ser paciente y sobre la importancia de apoyarnos y ver por los demás, así no nos conozcamos.